"Un personaje es un estado de conciencia en un
cuerpo celular y debe ser considerado aparte de las posibilidades del hombre
para adquirir otros cuerpos superiores". Así dice el Sr. J.G.
Bennett en su libro titulado "La profundidad del hombre". En este sentido
vamos a entender lo que significa esta palabra. Cada personaje posibilita
un diferente tipo de experiencia. Los personajes son una suerte de organismos
independientes formados por distintas funciones psíquicas organizadas
mediante las cuales podemos operar en el mundo externo. Los personajes
están vinculados a las tres componentes esencia, personalidad y
cuerpo como un todo indivisible, por tanto son una combinación de
función, ser y voluntad y piramidalmente participan de las características
propias de cada una de las tres dimensiones. Esta propiedad los hace equiparables
a los niveles del Rayo de la Creación representados con la Figura.
Los personajes pueden actuar colaborando para ayudar al autodesarrollo
o pueden hacer lo contrario, constituir un obstáculo al perfeccionamiento
final. Todos los personajes son necesarios y no podemos postergar a uno
en detrimento de los otros.
El primero que estudiaremos será el personaje
material que opera con la calidad automática simbolizada por la
base piramidal macrocósmica. Las experiencias que proporciona este
personaje son todas las que se derivan del contacto humano con el mundo
físico. El hombre es soberano de sus instrumentos y de sus inventos
y mediante ellos gobierna y moldea la Realidad física. Este primer
personaje le confiere el poder sobre lo material pero no debe regir sobre
los aspectos espirituales porque supondría una usurpación
del papel realizado por otros personajes superiores en lo que respecta
a su calidad de ser. El hombre material es puramente mecánico, se
mueve únicamente por la fuerza de los biorritmos instintivos que
gobiernan su cuerpo y por los hábitos, malos y buenos, que le convierten
en un animal de costumbres.
Con el personaje reactivo, el siguiente
de la lista, el ser humano empieza a sentirse realmente vivo. Ya no trata
a las demás personas como si fueran cosas, ya no necesita el éxito
económico y las posesiones y la plena satisfacción de sus
deseos corporales para sentirse importante. Con el personaje reactivo la
extraña entidad persona-cosa deja de existir por momentos porque
empieza a ser capaz de experimentar la Realidad y su componente psíquico
empieza a predominar sobre el puramente material, empieza a reaccionar
con el entorno actuando como una entidad animada por una calidad sensitiva
de ser. Las palabras que comprenden ya no son sólo los sustantivos
que sirven para nombrar los objetos materiales y los verbos que significan
la acción física. El personaje reactivo también emplea
adjetivos y adverbios e incluso conoce verbos que se refieren a acciones
psíquicas. Recordemos que la calidad de ser sensitiva que anima
las reacciones de este personaje está simbolizada en la Figura por
el espacio cuadrangular. Si la materia era la magnitud física que
se asociaba con el anterior personaje, con este segundo es el magnetismo.
Por eso existe una suerte de polaridad, en este caso, creada por la constante
rotación que el personaje reactivo realiza alrededor de si mismo
al convertir la Realidad física en otra de naturaleza psíquica.
El personaje material es el que realiza este trabajo pero es el reactivo
quien vive la interiorización como una experiencia incomparable.
Los polos que surgen como consecuencia de este giro se denominan placer
y dolor, gusto y aversión, verdad y mentira, actividad y reposo.
La sensibilidad produce un contacto polar con el mundo que elimina la apatía
y potencia una respuesta adecuada para la supervivencia del individuo.
Ninguna manifestación polar es temporalmente muy duradera,
suelen ser muy efímeras y cambiar con facilidad, el personaje reactivo
nunca se da cuenta de esos vaivenes. A pesar de esto, sus reacciones tienen
que ser naturales y nunca deben estar impuestas desde la usurpación
del poder ejercida por el personaje material. El individuo experimenta
la colisión de los opuestos y de ahí extrae la energía
para trabajar sobre si mismo en aras de lograr el autodesarrollo y la consiguiente
inmortalidad. El magnetismo, el constante giro que significa la interiorización
de la Realidad es un medio y no un fin para conseguir el autoconocimiento.El
personaje reactivo extrae la energía de lo que le gusta o le disgusta
entrando en un estado de ausencia de conciencia, o sea experimentando una
fuerte identificación con las reacciones polares que sólo
puede disolverse experimentando simultáneamente los opuestos. El
sitio correcto del reactivo es como generador de energías a partir
de la fusión de los opuestos.
El personaje dividido, como la luz que es
la magnitud asociada psicológicamente, puede vivir en dos mundos,
uno externo físico donde reside la verdadera voluntad y otro interno
psíquico donde moran los deseos pasajeros. En la Figura el dividido
está representado por los cuatro vértices de la base y por
consiguiente participa tanto de la naturaleza física triangular
como de la psíquica cuadrangular. Las cuatro aristas que descienden
desde la cúspide tienen una naturaleza triangular y van a desembocar
a los vértices de la base, por otra parte estos cuatro vértices
evidentemente también pertenecen a la base y, en ese sentido, son
plenamente cuadrangulares. Desde esta posición la Realidad psíquica
es exteriorizada por la conciencia transformándola en Realidad física,
por eso el personaje dividido trabaja con la calidad consciente de ser.
Desde el momento en que el personaje reactivo sabe separarse de sus reacciones
y deja de identificarse con ellas viéndolas como algo ajeno y externo
empieza a liberarse del hipnotismo de los opuestos y a comportarse como
dividido.
El personaje material está gobernado por
las 48 leyes de la lógica, el reactivo lo está por las 24
leyes psicológicas, el dividido lo hace por las 12 leyes de su destino
astrológico, por eso, éste último se puede entender
como un patrón que acompaña al ser humano desde el nacimiento
y que marca el tipo de relaciones que forma con el entorno y consigo mismo.
Si el personaje material experimenta la Realidad desde su cuerpo físico,
el reactivo lo hace desde la personalidad y el dividido lo hace bajo el
filtro de su propio tipo astrológico, es decir, desde su propia
esencia.
El personaje verdadero está simbolizado
con el espacio triangular piramidal y con la calidad creativa de ser. La
gravedad es la magnitud que se le asocia, este personaje superior es capaz
de atraer y ya no gira alrededor de nadie sino que es independiente en
si mismo. El verdadero vive de lleno en su auténtica voluntad y
no está preso de su tipo astrológico, lo que hace lo hace
siempre desde su yo real. Lo triangular no es psíquico sino físico,
la entrada del personaje verdadero en la Realidad física equivale
a entrar en el mundo universal donde no hay contención en psiques
separadas ni existencias individuales. Con esta terrible o extática
experiencia el psiquismo queda anulado. La conciencia individual observa
los sucesos internos siendo exteriores e independientes del psiquismo original.
El verdadero es capaz de vivir o bien su propia nadidad o, por el contrario,
una sensación de totalidad, de equivalencia con el Todo. El yo real
se siente como igual al Todo, el macrocosmos es uno mismo y al mismo tiempo
el yo imaginario y el yo observante quedan aniquilados. A partir de esta
increíble experiencia el yo real puede identificarse con una entidad
separada y completa gobernada por el más agudo egoísmo o,
por el contrario, puede hacerlo con una entidad en íntima comunión
con la Totalidad. En el primer caso el ser humano sería un invertido
emocional capaz de crear graves desordenes en el mundo y en el segundo
caso, animado por la calidad creativa de ser la persona, sin apego alguno
a la existencia, se convertiría en la mano de Dios sobre la Tierra.
Quizá pueda parecer una grave contradicción
la capacidad de la Figura macrocósmica para simbolizar a los cuatro
personajes. Podría argumentarse que lo más lógico
sería que fuera la Pirámide intermedia la más idónea
para hacerlo. De hecho el cuerpo físico, la personalidad y la esencia
están muy bien representadas por esta última. Después
de todo la Figura macrocósmica es una alegoría del universo
y el ser humano queda demasiado pequeño para poder tener cabida.
Sin embargo este punto de vista, aunque parezca lógico, es erróneo.
Si nos fijamos bien, la Pirámide macrocósmica empieza en
el Absoluto activo (Todo) y finaliza en el pasivo (Nada). El Rayo de la
Creación, en su primera mitad (desde el do inicial hasta la nota
sol), está simbolizada por la altura, es decir, por el segmento
que une la cúspide con el centro geométrico de la base. La
segunda mitad del Rayo (desde la nota fa hasta el do final), está
representada por el radio de la circunferencia que tiene la misma longuitud
que el perímetro de la base piramidal. Entre la nota fa (los planetas)
y la nota mi (la Tierra) existe el intervalo correspondiente que simboliza
a la vida orgánica. Pues bien, el ser humano pertenece a la vida
orgánica y, en este sentido, tiene cabida en el macrocosmos.
La clave está en que la calidad creativa
de ser que anima al personaje verdadero, el superior de los cuatro que
acabamos de estudiar, no tiene cabida en la Pirámide intermedia
porque el nivel solar y la calidad consciente de ser están representados
con el do inicial de la Octava Lateral y ubicados en la cúspide,
por lo que no hay ningún otro nivel por encima. Este hecho es el
que determina la viabilidad representativa de la Figura macrocósmica
con respecto a los personajes y, al mismo tiempo, la imposibilidad de hacerlo
de forma completa con la Pirámide intermedia.
Este estudio demuestra que el ser humano puede
igualarse con el macrocosmos e incluso vivir esta grandiosa experiencia.